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martes, 11 de noviembre de 2014

AYOTZINAPA, UN DUELO SIN FIN

10 de noviembre de 2014 

Por JC. 

Han pasado 45 días, 45 días de dolor y sufrimiento.  Los acontecimientos en Iguala y Cocula, Gro., en contra de los 43 estudiantes inscritos en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, quienes manifestándose contra el poder, se encontraron en una situación aún no esclarecida oficialmente, pero por demás funesta. Sus cuerpos, como el de todos los mártires pre y revolucionarios, podrán ser mancillados, más nunca sus ideales.

El deseo de sus padres por encontrarlos vivos es genuino y comprensible, es un ideal elevado y digno de reconocimiento y solidaridad de parte de todos nosotros, hombres y mujeres de bien, socialistas y revolucionarios. Aún en algunos sectores de la burguesía progresista se han tocado fibras muy sensibles al respecto, de esa juventud burguesa pero sensibilizada hacia el proletariado. El grito de dolor que desgarra desde las entrañas de la alta montaña en Guerrero nos devela el grito que hace décadas lanzó contra el gobierno opresor el otrora líder campesino Lucio Cabañas.

Los verdaderos héroes recientes de nuestra patria han sido soslayados por la historia oficial: Genaro Vásquez, Lucio Cabañas, el Subcomandante Marcos, el Dr. Mireles, etc. Si el gobierno intenta callar algo es porque no le es convenienete. 

El pueblo de México sufre no sólo por la desaparición forzada de los 43 normalistas, sino por una serie de procesos de descomposición social: el hambre, el desempleo, la falta de oportunidades, la desintegración familiar, la drogadicción, la prostitución rampante, la infancia perdida en las calles de las grandes urbes y los niños campesinos en las zonas rurales, el narcotráfico, sus consecuencias, los presos políticos, los feminicidios, la falta de valores contra niños y niñas, el bullying en las escuelas. 

El analfabetismo es una realidad nacional y el suicidio de nuestros jóvenes también. México es un país con hambre y sed de justicia social, económica y carcelaria. 

 Es digno destacar que, mientras algunos sectores de las clases medias, profesionales y mediatizadas celebran y conmemoran la caída del muro de la dignidad socialista de Berlín, soslayen la gran muralla impuesta por el capitalismo salvaje de los EEUU contra los mexicanos en la frontera norte y ni siquiera volteen a ver la masacre diaria de mexicanos y centroamericanos que suben a la Bestia con la esperanza de un futuro mejor.

La hipocresía de nuestra clase política, empresarial y mediática es evidente: viven de la pobreza intelectual, educativa y económica de las masas. Sin embargo, la historia es ineluctable. La historia la hacen las masas bien dirigidas, especialmente por hombres y mujeres con un objetivo por demás ético y elevado: el socialismo. 

El Frente Popular Revolucionario es la fuerza que integra la opción más científica y objetiva hacia la revolución socialista en nuestro país. La revolución requiere de cuadros comprometidos, sus filas se nutren de hombres y mujeres con valor, esperanza y decisión. Su compromiso con las clases más desfavorecidas es el canal para dar cauce a las inquietudes, de forma organizada, de todos los sufrientes del sistema capitalista. 

El proletariado debe empoderarse a sí mismo, a través de la formación revolucionaria. La burguesía no nos va a salvar del hambre y de la explotación, pues estas condiciones son las que le permiten vivir de las masas empobrecidas. 

El Frente Popular Revolucionario es la opción de los jóvenes, independientemente de su origen socioeconómico, para unirse por un fin común: la revolución socialista. Creemos en la historia, como eje visor de nuestra victoria. El Frente Popular Revolucionario hace eco de la voz de los oprimidos, de los mártires de Ayotzinapa.

¿Darían muerte y tortura a los jóvenes burgueses de las universidades de élite en masa esos sicarios? ¿Qué harían los padres burgueses ante una matanza en una universidad privada de un bloque de estudiantes de la clase alta? ¿Reaccionaría de la misma manera el gobierno?

Los padres pobres de los normalistas y los normalistas, los alumnos pequeños de las zonas rurales por quienes serían atendidos, los campesinos, ellos son la inspiración del movimiento socialista. La sociedad capitalista no trata igual al hijo del banquero que al hijo del campesino, y eso, eso es injusticia social. 

Joven, campesino, insurgente: gastemos nuestra vida por un mundo mejor. El socialismo no es la deformación que han hecho de él los medios de comunicación burgueses. Es mejorable y perfectible.

El duelo de Ayotzinapa es un duelo continuo mientras el sistema de cosas no sea transformado. Los jóvenes que día a día mueren en vida, sin oportunidades educativas, desempleados, oprimidos, drogados, prostituidos, analfabetas, las madres jóvenes abandonadas, golpeadas, violadas, todos los suicidas, son como esos normalistas, son los olvidados y los pulverizados en vida.

Los jóvenes injustamente encarcelados, los chivos expiatorios, los jóvenes que están matando a miles con la injusticia social, los migrantes, los chavos de la calle. Y Enrique Peña Nieto y todos sus secuaces felices, porque, den o no den resultados, son intocables, inalcanzables, insustituibles. Recibirán su pensión y disfrutarán de las mieles del triunfo de una nación herida en lo más profundo de su ser: sus hijos proletarios. 

La juventud despierta, la juventud reclama, la juventud propone, la juventud no calla, la juventud resurge, la juventud construye, la juventud debe determinar un presente y un futuro mejor. Y esto implica romper con un sistema de cosas injusto y podrido. Es hora ya de alzar la voz ante la injusticia y la inequidad. Democracia significa que el pueblo ha de gobernar. 

¡Socialismo o muerte!, ¡Venceremos! 

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