10 de noviembre de 2014
Por JC.
Han pasado 45 días, 45 días de dolor y sufrimiento. Los acontecimientos en Iguala y Cocula,
Gro., en contra de los 43 estudiantes inscritos en la Escuela Normal
Rural Raúl Isidro Burgos, quienes manifestándose contra el poder, se
encontraron en una situación aún no esclarecida oficialmente, pero por
demás funesta. Sus cuerpos, como el de todos los mártires pre y
revolucionarios, podrán ser mancillados, más nunca sus ideales.
El deseo de sus padres por encontrarlos vivos es genuino y comprensible, es
un ideal elevado y digno de reconocimiento y solidaridad de parte de
todos nosotros, hombres y mujeres de bien, socialistas y
revolucionarios. Aún en algunos sectores de la burguesía progresista se
han tocado fibras muy sensibles al respecto, de esa juventud burguesa
pero sensibilizada hacia el proletariado. El grito de dolor que desgarra
desde las entrañas de la alta montaña en Guerrero nos devela el grito
que hace décadas lanzó contra el gobierno opresor el otrora líder
campesino Lucio Cabañas.
Los verdaderos héroes recientes de nuestra patria han sido soslayados por la historia oficial: Genaro Vásquez, Lucio Cabañas, el Subcomandante Marcos, el Dr. Mireles, etc. Si el gobierno intenta callar algo es porque no le es convenienete.
El
pueblo de México sufre no sólo por la desaparición forzada de los 43
normalistas, sino por una serie de procesos de descomposición social: el
hambre, el desempleo, la falta de oportunidades, la desintegración
familiar, la drogadicción, la prostitución rampante, la infancia perdida
en las calles de las grandes urbes y los niños campesinos en las zonas rurales, el narcotráfico, sus consecuencias, los presos políticos, los feminicidios, la falta de valores contra niños y niñas, el bullying en las escuelas.
El
analfabetismo es una realidad nacional y el suicidio de nuestros
jóvenes también. México es un país con hambre y sed de justicia social,
económica y carcelaria.
Es digno destacar que, mientras algunos sectores de
las clases medias, profesionales y mediatizadas celebran y conmemoran
la caída del muro de la dignidad socialista de Berlín, soslayen la gran
muralla impuesta por el capitalismo salvaje de los EEUU contra los
mexicanos en la frontera norte y ni siquiera volteen a ver la masacre
diaria de mexicanos y centroamericanos que suben a la Bestia con la
esperanza de un futuro mejor.
La
hipocresía de nuestra clase política, empresarial y mediática es
evidente: viven de la pobreza intelectual, educativa y económica de las
masas. Sin
embargo, la historia es ineluctable. La historia la hacen las masas
bien dirigidas, especialmente por hombres y mujeres con un objetivo por
demás ético y elevado: el socialismo.
El Frente Popular Revolucionario es la fuerza que integra la opción más científica y objetiva hacia la revolución socialista en nuestro país. La revolución requiere de cuadros comprometidos, sus filas se nutren de hombres y mujeres con valor, esperanza y decisión. Su
compromiso con las clases más desfavorecidas es el canal para dar cauce
a las inquietudes, de forma organizada, de todos los sufrientes del
sistema capitalista.
El
proletariado debe empoderarse a sí mismo, a través de la formación
revolucionaria. La burguesía no nos va a salvar del hambre y de la
explotación, pues estas condiciones son las que le permiten vivir de las
masas empobrecidas.
El Frente Popular Revolucionario es la opción de los jóvenes, independientemente de su origen socioeconómico, para unirse por un fin común: la revolución socialista. Creemos en la historia, como eje visor de nuestra victoria. El Frente Popular Revolucionario hace eco de la voz de los oprimidos, de los mártires de Ayotzinapa.
¿Darían
muerte y tortura a los jóvenes burgueses de las universidades de élite
en masa esos sicarios? ¿Qué harían los padres burgueses ante una matanza
en una universidad privada de un bloque de estudiantes de la clase
alta? ¿Reaccionaría de la misma manera el gobierno?
Los
padres pobres de los normalistas y los normalistas, los alumnos
pequeños de las zonas rurales por quienes serían atendidos, los
campesinos, ellos son la inspiración del movimiento socialista. La
sociedad capitalista no trata igual al hijo del banquero que al hijo del
campesino, y eso, eso es injusticia social.
Joven,
campesino, insurgente: gastemos nuestra vida por un mundo mejor. El
socialismo no es la deformación que han hecho de él los medios de
comunicación burgueses. Es mejorable y perfectible.
El duelo de Ayotzinapa es un duelo continuo mientras el sistema de cosas no sea transformado. Los jóvenes que día a día mueren en vida, sin oportunidades educativas, desempleados, oprimidos, drogados, prostituidos, analfabetas, las madres jóvenes abandonadas, golpeadas, violadas, todos los suicidas, son como esos normalistas, son los olvidados y los pulverizados en vida.
Los jóvenes injustamente encarcelados, los chivos expiatorios, los jóvenes que están matando a miles con la injusticia social,
los migrantes, los chavos de la calle. Y Enrique Peña Nieto y todos sus
secuaces felices, porque, den o no den resultados, son intocables,
inalcanzables, insustituibles. Recibirán su pensión y disfrutarán de las
mieles del triunfo de una nación herida en lo más profundo de su ser: sus hijos proletarios.
La
juventud despierta, la juventud reclama, la juventud propone, la
juventud no calla, la juventud resurge, la juventud construye, la
juventud debe determinar un presente y un futuro mejor. Y esto implica romper con un sistema de cosas injusto y podrido. Es hora ya de alzar la voz ante la injusticia y la inequidad. Democracia significa que el pueblo ha de gobernar.
¡Socialismo o muerte!, ¡Venceremos!
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