Contrario a los pronósticos desarrollistas de Felipe Calderón y el secretario de Hacienda y Crédito Público, la crisis económica por la que atraviesa nuestro país no solamente no va de salida como afirman, sino que se profundiza cada vez más. Lo anterior resulta evidente ante la pérdida sistemática (y también sistémica) del empleo, el recorte al gasto público en materia educativa y de salud, la supeditación desvergonzada de la económica nacional hacia el imperialismo-principalmente el yanqui-, los fracasos de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico” (cortina de humo para ajustarle las cuentas a los carteles rivales de aquellos que financian al actual gobierno federal y fundamentalmente, pretexto ideal para combatir la movilización popular) y, como ya todos lo hemos podido resentir, el aumento de precios en los productos de primera necesidad.
Esta situación, que sin duda afecta a las masas populares de la ciudad y el campo, encuentra una dimensión aún más catastrófica en el medio rural; en donde los trabajadores y sus familias ven reducir su nivel de vida a la miseria absoluta mientras que la burguesía y el fascismo continúan aumentando sus ganancias.
A este respecto resultan alarmantes los datos sobre la economía de las familias rurales quienes en los últimos tres años han resentido un aumento brutal en los precios de la canasta básica dejando a 28 millones, 280 mil personas en la miseria total, sin poder adquirir estos productos, situación que el estado tiende a minimizar etiquetándolo como “pobreza alimentaria”.